20 10



...Ella caminaba lentamente hacia la puerta, sin voltear, sin llorar, aguantando cada lágrima de dolor, cada grito de ira. Cuando iba a cerrar la puerta, el la agarró, sujetando en sus manos el llavín de la puerta, ahí la abrazó y se desgarró en ella.

Un rato después, se encontraban durmiendo juntos, en aquella habitación opaca que quedaba al final del pasillo de la casa de Rob, en esa habitación donde momentos antes se había desatado casi el infierno mismo, ahora la cubría la esencia misma de Leah. Sus manos yacían entrelazadas en la cabeza de la cama, y las sabanas, blancas y pálidas como algodón de azúcar, estaban alrededor de sus cuerpos. La luz se sentía tenue, así como el café a donde juntos iban, un momento ideal.

La noche transcurría, ellos no lo notaban, solo podían verse el uno al otro, y suspirar.
Empezaban y terminaban, se tocaban lenta y minuciosamente, analizando cada centímetro de sus cuerpos , como si fuese la primera vez. Eso le gustaba a Leah, lo placentero que podía ser repetirlo una y otra vez con el, sentir las mismas caricias, pero al final todo resultaba diferente, cada beso, cada palabra, solo se repetía el acto, después todo era desconocido.

Amaneció, y había un espacio vacío..

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